Siglo XVIII
Con la llegada de la dinastía borbónica se abre el siglo XVIII y un interés por parte del Estado en potenciar la economía nacional. Sin embargo, habrá que esperar al último cuarto del siglo para ver la primera planificación de la industria española en el "Discurso de la Educación popular" del marqués de Campomanes, publicado en 1774 y que supone un claro reflejo de los postulados ilustrados, proteccionistas y tendentes a paliar la deficitaria balanza de pagos española. En la advertencia preeliminar del discurso sobre el fomento de la industria popular, se refiere a la intención de promover esta industria por medio de las Sociedades Patrióticas de los Amigos del País, con la ayuda de Obispos, Cabildos, Comunidades eclesiásticas y párrocos de villas y aldeas, demostrándose que con la industria "gana la balanza del país industrioso sobre los rudos y faltos de artes".
Galicia ya contaba con una importante producción de lino, que fue la base del desarrollo de la manufactura de lienzos y encajes gallegos, llegando a tener que importarlo en el siglo XVIII. Hasta este momento el hilado se hacía con rueca, pero las transformaciones encaminadas al progreso del sector textil provocarán la potenciación del uso del torno, para obtener una mayor perfección en el hilado. Así, la Sociedad Económica de Amigos del País de Santiago, fundada en 1785, fabricó tornos y los repartió entre las artesanas, además de establecer escuelas para el aprendizaje de su funcionamiento.
Sin embargo, al carecer Galicia de una política aduanera propia, o que protegiera sus intereses, se mostraba indefensa ante el comercio extranjero o de otras zonas de la Península más desarrolladas. El Corregidor de Ferrol proporciona, en 1770, una lista de productos extranjeros que entran en los puertos del Departamento y entre otros datos dice "... De los Países del Norte, y otros del Mediterráneo entran en el Puerto del Ferrol, Embarcaciones Holandesas, Dinamarquesas, Suecas y otras, con Terciopelos, Damascos, Medias, Gorros, Encages, Hilo, Blondas y Puntas para mantos..."
Las dificultades para la expansión del comercio interior, debidas sobre todo a la fuerte competencia de otros centros encajeros, se ven agravadas por la precariedad del transporte y las vías de comunicación. Aún así, en el siglo XVIII se produce una expansión de la manufactura del encaje de bolillos en Galicia. Se supone incluso que fue entonces cuando en Galicia se cambió el nombre de bordadora por el de encajera o palilleira.
La Iglesia también fue una gran consumidora de encajes, las piezas antiguas que en mayor cantidad han llegado hasta nosotros son las pertenecientes a ornamentos sagrados como frontales y manteles de altar, vestiduras sacramentales e indumentaria de imágenes religiosas. La iglesia se nutría de estos accesorios bien a través de ofrendas y donaciones - de particulares y de cofradías- o bien comprándolos, como podemos comprobar en la documentación que sobre la iglesia parroquial de Camariñas se conserva en el Archivo Histórico Diocesano de Santiago de Compostela.
En estos Libros de Fábrica, inventarios de las administraciones parroquiales, se puede ver la relación de compras de encaje para la iglesia de San Xurxo, desde el año 1737 al 1846. Piezas de encaje para vestiduras sacerdotales como albas, amitos, corporales, roquetes, cornijales ( que en estos textos llaman cormi-altares) También figuran en esta relación ornamentos para las vestimentas de las imágenes, como es el ejemplo de la cofeta o tocado de la imagen de Santa Mariña.
Datos relevantes referidos al encaje durante este siglo nos los proporciona el Catastro del Marqués de la Ensenada, ministro de Fernando VI. Se trata de un valioso censo realizado a mediados de siglo que contabilizaba las riquezas, bienes y población de los reinos de Castilla y León. Por él se sabe que, por ejemplo, en la ciudad de Pontevedra había 320 encajeras y 13 comerciantes de encaje (cifras reveladoras de que en esta época era el sector artesano más numeroso) y así mismo se menciona la existencia de maestras y oficialas, pese a carecer de un gremio regulador de la profesión. También se citan otras localidades productoras de encaje en la provincia como O Grove y la jurisdicción de Trasdeza.
Otra obra fundamental para el estudio de esta artesanía, es la realizada por el economista Eugenio Larruga, que en sus "Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España", publicadas en Madrid entre los años 1787 y 1800, hace mención a diversos lugares en Galicia donde se hacía encaje y señala que "la mayoría de las mujeres se ejercitan en hacer encajes de hilo que ellas mismas preparan y que sirven para guarnecer ropas, pero no hay fábrica formal".
En 1786 la Junta General de Comercio y Moneda trata de establecer una serie de instrucciones dirigidas a todas las manufacturas españolas, con el fin de frenar el fraude que generaban comerciantes extranjeros en América vendiendo como suyos productos fabricados en España. Para ello, se dirige al erudito historiador y prolífico escritor José Cornide (1734-1803), quien ocupó diversos cargos públicos bajo el reinado de Carlos III, solicitando que complete la relación de manufacturas gallegas conocidas por la Junta. En este listado aparecen citadas Noia y Tui como lugares en los que se produce encaje.
En su respuesta, Cornide, refiriéndose al encaje señala : ..."Los encages bastos son ocupación de casi todas las mugeres de la costa desde esa Ciudad (A Coruña) hasta la Guardia (Pontevedra)..."
Estas cartas nos indican las acciones proteccionistas del estado ilustrado con respecto a las exportaciones y también sitúa la geografía del encaje por casi todo el litoral gallego.
Es en el último tercio del siglo XVIII cuando se abre para Galicia el mercado colonial, la emigración contribuyó en la penetración de los productos gallegos en los mercados americanos y existe un gran paralelismo entre la difusión del encaje y la geografía de la emigración.